miércoles, 28 de abril de 2021

EL CUERPO RECUERDA LO QUE LA MENTE OLVIDA




Nuestro cuerpo recuerda lo que nuestra mente ha olvidado: Sobre la herida de abandono y de rechazo

La biología del trauma es un tema que me apasiona.

Ayer acompañé a una mujer en una de las sesiones más emotivas que recuerdo. Se sentía totalmente avergonzada y culpable porque no le encontraba sentido a la profunda tristeza, desesperación y miedo que estaba sintiendo por la situación que estaba viviendo con su pareja. Sentía vergüenza por sentirse abatida, triste y desesperada. Todo el dolor inconsciente de su infancia había venido a su encuentro en la superficie como cientos de trozos de plástico flotando en el océano y ella se encontraba ahí en medio.

Lloraba sin consuelo, sin apenas poder respirar y la huella psíquica y energética que estaban activadas eran de muchísima intensidad. Lo que estaba experimentando era estrés postraumático por una herida de abandono, de una manera muy intensa e incapacitante.

Muchas veces no podemos comprender racionalmente lo que estamos sintiendo.

No lo asociamos con ninguna imagen o recuerdo, pero nuestro cuerpo está claramente respondiendo a algo.

Muchos traumas de abandono y rechazo se producen en nuestra infancia temprana cuando se están creando nuestros vínculos de apego.

Nuestro cerebro aún no está equipado para registrar todas nuestras experiencias, el hipocampo: la parte del cerebro asociada con la creación, organización y almacenamiento de imágenes no ha desarrollado aún completamente sus conexiones con el córtex pre-frontal: la parte del cerebro que nos ayuda a interpretar nuestras experiencias.

Esto no sucede hasta un poquito después de los 2 años, por esto el trauma por una separación temprana o cualquier circunstancia que hayamos interpretado como abandono, queda registrado como fragmentos de sensaciones físicas, imágenes y emociones más que memorias claras que poder unir como una historia.

El abandono es la herida que más perdura.

Es un estado emocional que nos hace sentir indeseados, rechazados, inseguros y dejados de lado, sensaciones que activan los centros de dolor físico en el cerebro, dejando profundas marcas emocionales convirtiéndose en creencias que alimentan la raíz de nuestra baja autoestima, y así terminamos en relaciones en las que se nos trata de una manera que coincide con nuestras creencias sobre nosotras/os mismas/os (sesgo de confirmación): Son un match a nuestra energía psíquica.

Nos hemos desplazado tanto hacia la cabeza que nos hemos desconectado de lo que pasa por debajo de ella.

Tenemos tanto miedo de sentir porque no podemos entender lo que sentimos, ni controlarlo.

Nos aterra todo lo que no podemos controlar.

Mira, no tienes que entender lo que sientes para que sea válido. Lo que sientes, sea lo que sea, es válido, independientemente de que lo puedas comprender o no.

Sin duda da mucha tranquilidad tener un contexto, pero no siempre lo vas a tener, no siempre tu cabeza te va a ayudar a poder asociarlo y así seguir perpetuando tu falso sentido de control; vas a tener que empezar a confiar en ti, en tu cuerpo, en sus señales, le parezcan coherentes o no a tu pequeña mente de mono y entregarte a sentir.

Los traumas no los cura el tiempo. Los traumas los cura el Amor.

Los traumas se reparan con un amoroso afrontamiento, y esto implica trabajar con tu cuerpo y tu sistema nervioso, para poder poco a poco desensibilizarlo y que pueda reorganizar esas memorias y darle salida a aquello que no pudiste expresar.

Cuando se active esta profunda herida, recuerda, que en realidad, nunca podemos abandonarnos a nosotras/os mismas/os y que ese es un lugar seguro para empezar.

Que el abandono se sana habitándose, y habitarse, empieza por validar tú, tus propias emociones y abrazarlas como mensajeros sagrados que vienen a contarte una historia más antigua que el tiempo.

Por favor, no te avergüences por lo que sientes, no tengas miedo de tu tristeza, de tu apatía, de tu desolación.

Cuando lo haces, te estás abandonando, haciendo más profunda la herida de la que ellas te quieren rescatar .

Lorena Cuendias

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